La guardia real detuvo a un hombre con aspecto de pordiosero y le condujo hasta el monarca, que, extrañado, preguntó:
- ¿Por qué me traerias a este hombre?
El jefe de la guardia repuso:
- Majestad, no sabemos si se trata de un loco o quiere intencionalmente ofenderos, pero dice que desea dormir en esta posada y no está dispuesto a irse.
El monarca, fuera de sí, le gritó al hombre:
- ¿Cómo osas, maldito individuo, en llamar posada a mi fabuloso palacio?
El hombre preguntó:
- ¿De quién era antes este lugar?
- De mi padre- declaró el monarca.
- ¿Y antes?
- De mi abuelo.
- ¿Y antes aún?
- De mi bisabuelo.
- ¿Dónde están ellos ahora?
- Murieron- aseveró el monarca.
Y el hombre con aspecto de mendigo dijo:
- ¿Y cómo no llamais posada a un lugar por donde las gentes vienen y van de paso?
- ¿Por qué me traerias a este hombre?
El jefe de la guardia repuso:
- Majestad, no sabemos si se trata de un loco o quiere intencionalmente ofenderos, pero dice que desea dormir en esta posada y no está dispuesto a irse.
El monarca, fuera de sí, le gritó al hombre:
- ¿Cómo osas, maldito individuo, en llamar posada a mi fabuloso palacio?
El hombre preguntó:
- ¿De quién era antes este lugar?
- De mi padre- declaró el monarca.
- ¿Y antes?
- De mi abuelo.
- ¿Y antes aún?
- De mi bisabuelo.
- ¿Dónde están ellos ahora?
- Murieron- aseveró el monarca.
Y el hombre con aspecto de mendigo dijo:
- ¿Y cómo no llamais posada a un lugar por donde las gentes vienen y van de paso?
REFLEXIÓN:
Si todo es transitorio, efímero, pasajero y mudable, ¿ por qué tanto apego, aferramiento, afán de posesividad?, ¿por qué tanta aversión y odio? Con nuestra actitud, sin saber aceptar la impermanencia, añadimos mucho sufrimiento al sufrimiento. Nos extraviamos en innumerables e inútiles afanes, disgustos, preocupaciones y obsesiones, conflictos y fricciones. Venimos y partimos. Podemos pasar por la vida con nobleza, lucidez y compasión, o ser desalmados y malevolentes, insolidarios y egoístas. Nadie escapa a la ley de la transitoriedad; nadie puede burlarla; pero podemos aprender a mantenernos serenos en este viaje que es la vida y comprende que "nuestros apegos y nuestras aversiones son dos monos que viven en el árbol de nuestro corazón; mientras lo sacudan y lo zarandeén con sus brincos y saltos, no puede haber reposo". En esta vida nada es tan esencial y revelador como el sosiego. Nada tan enriquecedor como la compasión. La verdadera satrisfación deriva de una mente clara y un corazón tierno. La ecuanimidad, que nos hace mantener el equilibrio entre esos extremos que son el apego y el aborrecimiento, es una lámpara en la senda de la vida, una maestra y un refugio. Todo es inestable, nada dura. Solo la paz que uno haya alcanzado es lo que se lleva

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