La necesidad de fortalecer nuestro vocabulario emocional es clave para mejorar la calidad de nuestras relaciones. Implica saber expresarnos, defendernos; es sintonizar con necesidades propias y ajenas, traduciendo los sentimientos en palabras, generando empatía y creando puentes basados en el respeto y la asertividad. Pocas competencias son tan esenciales en el día a día.
A menudo, cuando hablamos de esta dimensión es común focalizar el interés en los niños. En la actualidad, tanto las familias como los maestros y profesores comprenden la importancia de educar de manera temprana en esta habilidad. La alfabetización emocional y su relación con el lenguaje, de hecho, es un área de gran interés que está dando resultados muy interesantes.
Aquellos que han incursionado en el PNL (Programación neurolingüística) y el Coaching saben que las palabras no son inocentes, son nuestros pensamientos o nuestra visión del mundo puesta en acción, construyendo situaciones y construyendo SER.
No somos responsables de las emociones, pero sí de lo que hacemos con ellas”. -Jorge Bucay
¿Cómo podemos fortalecer nuestro vocabulario emocional?
Al fortalecer nuestro vocabulario emocional, nuestra vulnerabilidad general también disminuye. Porque poner en palabras una emoción es visibilizarnos. Es validarnos a nosotros mismos y también a los demás. Es dar forma a las sensaciones y compartirlas. Es desenredar ovillos internos, armonizar el caos en palabras sencillas para ser comprendidos y comprender.
Poder poner en palabras las emociones es un proceso mágicamente sanador. Pero gran parte de nosotros no solo no encontramos las palabras adecuadas para catalogar aquello que estamos sintiendo. Sino que además, no sabemos identificar con exactitud qué es lo que nos sucede. Esta falta de alfabetización emocional conlleva a estados de represión de sentimientos que quedan estancados en nuestro interior y que pulsan por expresarse a través de síntomas corporales.
EL IDIOMA GESTUAL
La emoción es una reacción – respuesta físico-emocional, por lo tanto, el cuerpo será vehículo de expresión de ese estado interno, y caja de resonancia del sentir.
Toda emoción tiene un correlato fisiológico que debemos aceptar primero, comprender después su mensaje y por último, darle nombre (lo que siento es ira, lo que siento es envidia). De nada nos valdrá por tanto reprimirla o esconderla.
Por otro lado, para fortalecer nuestro lenguaje emocional, es importante también saber reconocer en el otro sus necesidades. Ser receptivos y empáticos. Ser sensibles a las emociones ajenas para poder ajustarnos a su realidad y lograr así, comunicar mejor.
LA NARRATIVA EMOCIONAL
Hay personas que con aptitudes de oratoria y comunicación, aún así carecen de fluidéz en la expresión de las propias emociones. Esto es básicamente porque se requiere de una mirada interna en la cual no se está entrenado. Dicho de otra manera, no saben argumentar cómo se sienten, qué necesitan, ni son competentes tampoco para mantener un diálogo con otras personas sobre aspectos sentimentales y personales.
Cada uno de nosotros generamos distintos tipos de narraciones. Nos narramos a nosotros mismos a medida que integramos nuestra vivencias y experiencias. Todos somos una historia, nuestra historia. Hacerlo del mejor modo posible nos permitirá respetarnos más, atendernos, valorarnos como merecemos.
Un modo de lograrlo es mediante la inteligencia emocional. Conocernos, ofrecernos lo que necesitamos, practicar la autocompasión, la asertividad y la empatía nos permitirá crear una narración de nuestra historia más respetuosa y a la vez que íntegra. Todo ello revertirá nuestro autoconcepto y nos permitirá la posibilidad de cambiar nuestra historia hacia un modo positivo de comunicar a los demás.
Todos somos seres emocionales que en un momento dado aprendimos a razonar. Manejar mejor ese universo interno nos facilitará las cosas, de ahí la importancia de fortalecer nuestro vocabulario emocional

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