Querer agradar a los demás es tan desafortunado como querer corregir a los otros. En ambos casos estamos en bandos equivocados, nos alejamos de ser nosotros mismos y nos perdemos en una labor que, aunque le demos un nombre aceptable no tiene nada de ello. Pero, además, hay otro tema que no es menor: dejar que el otro influya o interfiera en nuestra vida. ¿Cuántas veces llamamos amor a alguna de estas conductas? ¿En cuántas oportunidades decimos: lo hago por ti, por tu bien? Bien, amigos, la tarea consiste en ocuparnos de nosotros, a ser fieles con nosotros mismos, a no buscar ser aceptados y amados, a dejar atrás el meternos a querer arreglar la existencia ajena. Cuando el dolor bipolar atraviesa a una persona, corroe su seguridad y lo lleva a dejar infectar por el virus de complacer a los otros con el fin de lograr amor y aceptación. Como para el resto de los mortales, conseguir amor y aceptación de este modo es una ficción y un hábito afectivo destructivo.