FUENTE: Diario Página 12. Seción Cultura y Espectáculos. 24 de Junio de 2018. Entrevista titulada “Los europeos tenemos mucho que aprender de los latinoamericanos”, realizada por Karina Micheletto a la antropóloga francesa Michéle Petit.
LEER EL MUNDO. TE LO PRESENTO A TRAVÉS DE LA LITERATURA.
“Te presento el mundo. Te presento a aquellos que te han precedido y el mundo del que vienes, pero te presento también otros universos para que tengas libertad, para que no estés demasiado sometida a tus ancestros”. Eso es lo que dice Michèle Petit que se le está diciendo a un niño o a una niña cada vez que se le cuenta un cuento, se le repone un relato familiar, se le leemos en voz alta o se le canta una nana. Esa transmisión cultural primera, segura, es la que vuelve el mundo habitable, comprensible, posible de asir para el recién llegado. Y su dimensión, necesariamente, es poética. De certezas como estas, necesariamente políticas, está hecho su libro “Leer el mundo”. Experiencias actuales de transmisión cultural. Y por allí discurrió también la reciente visita de la antropóloga francesa a Misiones, invitada a dar la conferencia magistral del congreso “Territorios para pensar las infancias”, que se realizó en el Parque del Conocimiento de Posadas.

En su libro, Petit recoge numerosos testimonios y experiencias de lectura transformadoras, muchas de ellas, de la Argentina. Cuenta que lo escribió “como un acto de rebeldía contra el hecho de estar cada vez más obligado, si se defienden las artes y las letras (o también, las ciencias), a proveer pruebas de rentabilidad inmediata, como si esa fuera su única razón de ser”. Pero también a partir del “hastío de los discursos de la queja que se han multiplicado en todos los ámbitos y que se oyen bastante a propósito de la lectura, las bibliotecas o la transmisión cultural”.

–En sus libros aparecen relatadas muchas experiencias, con nombres y lugares. ¿Es una intención explícita suya dar a conocer esas experiencias?
–Sí, me gusta hacer circular las experiencias. Porque me parece que es lo que falta. Me acuerdo que al principio me enteraba de una experiencia en tal lugar, y al día siguiente encontraba una persona que por casualidad hacía algo similar, tal vez a diez kilómetros, y muy a menudo no se conocían entre sí. Y mucho menos, se conocía eso tan valioso que pasaba en lugares más alejados, pero del mismo país. Y en Europa, para nada. Nosotros, los europeos, tenemos mucho que aprender de los latinoamericanos, de todas estas experiencias de lectura, tan diversas, que llevan adelante. (...)
LOS DOCENTES ALIADOS EN LA RESISTENCIA FRENTE AL AUTORITARISMO
(...) –Yo no estudié particularmente la escuela en la Argentina, pero me sorprende la apertura que tienen muchos docentes para tratar de hacer dialogar la emoción estética y los aprendizajes, experimentar, no quedarse en el utilitarismo a corto plazo: hay que aprender esto para esta semana, porque la currícula lo dice. No, muchos tienen una ambición, un deseo de ir por más. Sé que es un momento difícil, que sus institutos de formación están atacados, me entero por las redes sociales, por mis amigos. Sin embargo eso no los detiene, ¡al contrario!
–¿Así pensados, el arte y la literatura son formas de resistencia?
–Claro que son formas de resistencia. Esto me lleva a las palabras de su compatriota, la psicoanalista Silvia Bleichmar. Ella decía que había que luchar para no verse reducidos a puros seres biológicos. Es siempre esa cuestión: no verse reducido a variables económicas, como decíamos recién. Desde hace un par de años me paso el tiempo repitiendo que somos también seres poéticos, seres narrativos, que desde hace más de treinta mil años, mucho antes de inventar la moneda, e incluso la agricultura, hemos trazado unos dibujos, hemos pintado, hemos muy probablemente cantado. Estuvo esa dimensión. Entonces, hoy no podemos ser únicamente reducidos a un utilitarismo estrecho. No puede ser. Bleichmar también decía que no se puede decir a los niños que tienen que ir a la escuela para ganarse la vida después, eso es un discurso horrible. Para ella la escuela debe ser el lugar de recuperación de los sueños. El lugar al que se va para poder soñar un país diferente. Por eso es absolutamente fundamental que las artes y entre ellas la literatura tengan un lugar importante en esa escuela.
–Usted dice que la literatura es necesaria para presentar el mundo. ¿En qué sentido?
–Cantarle una canción a un niño, decirle un cuento, entonarle una nana, o incluso contarle unos recuerdos de una manera diferente, con palabras distintas a las del habla cotidiana, es una forma de decirle: mira, te presento el cielo, te presento el mar. En esa transmisión cultural, nosotros nombramos y presentamos el mundo a los que nos siguen. Y hacerlo con palabras poéticas, no solamente con palabras de designación inmediata de las cosas, recurrir a los relatos familiares, o a los mitos, es abrir la mirada. Si no te dieron opción a esa lengua poética narrativa, el mundo que te rodea no te dice nada. Necesitamos que el espacio nos cuente historias. Si no, no lo habitamos.
–¿Ese espacio está en riesgo hoy?
–Está en riesgo cuando muchos jóvenes se sienten excluidos. Desde luego se trata primero de una exclusión económica y social, pero a lo mejor se trate también del hecho de que no tuvieron esa transmisión. Es decir que la lengua, por la dureza de las condiciones de vida de los padres, o a lo mejor porque tuvieron que emigrar y dejar atrás lo que conocían de antes, por múltiples motivos, no estuvo ahí para presentarles el mundo. Además de la exclusión económica social, lo que les rodea no les cuenta nada, no les inspira nada, no encentran su lugar en eso. Aparece además el tema de las tecnologías, todo otro gran tema. Yo no hay que tirar a la basura las tecnologías, para nada. Pero para los niños, y de modo particular en la primera infancia, son absolutamente fundamentales esos juegos, esos cantos, esas risas compartidas, eso que pasa de un rostro al otro, de una sonrisa a la otra. Ese intercambio, que es incluso carnal, y simbólico a la vez, es insistuible.
–En su conferencia habló de la belleza. ¿Por qué?
–Me vino la curiosa idea de hablar de la belleza. Y después pensé: ¡pero qué locura, yo nunca estudié la belleza, es un tema inmenso! (risas). Traté de hacerlo, para abordar, justamente, algo de esas dimensiones fundamentales de los humanos. Con la que sin embargo tenemos una relación muy a menudo de ambivalencia: ¿y eso para qué sirve? Mi abuela decía: “La belleza no se come en ensalada” (risas). Es como si fuera algo de lujo, o un adorno. Si es un adorno, es un adorno fundamental. Por algo, más allá de nuestros recursos económicos, desde hace decenas de miles de años nos pintamos el rostro, nos arreglamos los vestidos, decoramos nuestras casas…