
Estudios llevados adelante en la Universidad de California, Estado Unidos, demuestran cómo el dolor emocional ―éste puede ser desencadenado por la sensación de sentirse excluido de un grupo o atacado verbalmente― activa en nuestro cerebro las mismas áreas que el físico, destacando principalmente a la corteza cingular anterior, involucrada en la motivación, la atención y en la modulación de las respuestas emocionales.
Por lo que alguien afectado por este tipo de situaciones no solo se sentirá muy mal anímicamente, sino que también su percepción ante los estímulos del mundo exterior será negativa, encendiendo en nuestro organismo los estados de alerta, desencadenantes de la secreción de diferentes neurotransmisores. Estos ante ciertas circunstancias de estrés de corto plazo pueden ser muy útiles, pero en el largo plazo se transformarán en algo perjudicial, dado que conducirán a estados de fatiga, ansiedad, falta de atención, angustia y depresión.
Cuanto más tiempo esté una persona inmersa en esto, más continuos serán los pensamientos negativos. Por el contrario, ante una visión más optimista, mayores serán las reflexiones felices.
Realmente desde pequeños todos deberíamos conocer que vivimos en un mundo en donde el bullying o el maltrato social no tienen ningún justificativo, y pueden perjudicar el bienestar y la vida de otras personas. Cuanto más claro tengamos esto más simple será desarrollarnos con valores más humanos.
Nuestra conducta social depende de la corteza prefrontal, a la que se conoce como el director de orquesta de nuestro cerebro. Esta área nos permite vernos a nosotros mismos y ser capaces de modular nuestras acciones. Un proceso que acompaña la maduración de esta zona (que finaliza alrededor de los 30 años) es la mielinización (genera una mejor y mayor interacción entre las neuronas), por lo que la mayor parte de esta etapa es acompañada por quienes nos rodean, siendo vital los aprendizajes y ejemplos que podamos recibir de ellos.
En los seres humanos la percepción se encuentra muy afectada por las emociones, y por esto ser conscientes de cómo transmitimos las cosas puede afectar de forma positiva o negativa en otros individuos. Por esta razón debemos ser empáticos con el mundo que nos rodea e intentar que todos podamos sentirnos mejor y convivir en armonía, permitiendo que cada persona tenga la posibilidad de disfrutar de un buen estado emocional y no se sienta amenazada por sus pares. Lo maravilloso es que entre todos podemos trabajar para que las próximas generaciones resulten más empáticas y parte de un mundo en donde todos podamos desarrollarnos felices y en nuestro máximo potencial.
Extracto de artículo de Neurociencias de Asociación Educar
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