El cerebro humano está dividido en dos partes, en dos hemisferios.
El lado derecho funciona de una manera totalmente distinta que el lado izquierdo.
El lado izquierdo funciona a través de la razón: es prosa, lógica, agresión, ambición, ego. Es masculino, es yang. Es el de las matemáticas, la acción, el análisis, la secuencia, la masculinidad, el tiempo, el trabajo, etc.
Los dos lados del cerebro están unidos mediante un puentecito muy frágil, y continuamente cambiamos del izquierdo al derecho y viceversa.
Tu mano izquierda está unida al hemisferio derecho, y tu mano derecha lo está al hemisferio izquierdo. Por eso se fuerza a los niños a escribir con la mano derecha.
Da la impresión de que la derecha está bien, pero que hacerlo con la izquierda es erróneo. ¿Por qué?
Porque un niño que escribe con la mano izquierda nunca será el tipo de persona que la sociedad quiere que sea. Será más poético, más imaginativo, albergará grandes sueños. Será pintor, bailarín, cantante, músico, pero nunca será un as en matemáticas, ingeniería o ciencia. No se convertirá en un gran general, en un asesino o un político, no. Por todo ello, la mano izquierda es peligrosa.
La sociedad dice que los zurdos tienen que cambiar, porque si usas la mano izquierda empezará a funcionar tu parte imaginativa, tu parte femenina, tu falta de egoísmo. Serás más blando, te abrirás más, serás más receptivo. Por eso obligan a los niños a cambiar.
El cincuenta por ciento de las personas son zurdas –porque hay un equilibrio-, pero las hemos obligado a cambiar.

Hemos sido forzados a permanecer cada vez más en el hemisferio izquierdo, y poco a poco nos hemos olvidado del derecho.
Cuando sueltas el ego, es un cambio que tiene lugar interiormente. Y tras ello surge en ti un tipo de energía totalmente distinto; te tornas más poético, más divertido, más alegre. Y uno crece.
El crecimiento tiene lugar a través de lo femenino, y se realiza por el hemisferio derecho. OSHO